San Valentín = día del amor.
Yo sé que lo lindo de la vida es amar a todos, pero ¿a todos?. Yo creo que con tener tolerancia en algunos casos es suficiente jaja.
Nos levantamos con el máximo relajo del mundo para ir a tomar desayuno a las 9:30 am. Anoche Carlos me sorprendió con un lindo regalo de San Valentín (a pesar de que habíamos quedado en no darnos regalos... ¡gracias amor!). Comimos bastante al desayuno como para no tener hambre hasta después de habernos subido al tren que sale de la estación de UlaanBaatar a las 14:30 aprox. Después de desayunar los papás se fueron al mall a comprar chaquetas y nosotros con Carlos a ordenar el desastre que teníamos con las maletas (y yo a ducharme recién jaja). Ya a las 12:00 teníamos el check out hecho y estábamos todos abajo. Las opciones para irse a la estación eran caminar (8 a 12 cuadras) o tomar taxis por 5.000 mongoles (menos de dos mil pesos chilenos). El problema era que llegaran los taxis considerando la experiencia lenta de ayer, pero intentamos en recepción y los piden por teléfono así que en 10 a 15 minutos llegan y nos vamos a la estación (el aire hoy está muy contaminado comparado con ayer).
En la estación dejamos todas las maletas juntas y esperamos. El papi con Carlos recorren la estación en busca de información y ojalá algún magneto para el refri porque ayer no vimos ninguna tienda de souvenirs (no habían así que no tendremos ese imán). De a poco la estación se empieza a llenar de gente local y algunos turistas así que nuestra esperanza de irnos de nuevo un poco solos en el tren se desvanece rápidamente (en este tren los papás se van en primera clase solos en una pieza y con Carlos nos vamos en segunda clase, en pieza de 4 personas, así que cruzamos los dedos para que nuestros compañeros de pieza no sean unos especímenes terribles).
Se acerca la hora y se empieza a mover la gente con la llegada de un tren. Son recién las 13:40 y en teoría el nuestro llega a las 14:00 recién a la estación, pero Carlos pregunta y es ese así que a correr porque es demasiada la gente que se está acercando y no digamos que van de fin de semana porque tienen muchas cajas, bolsas y bolsos cada uno casi como si fueran cambiándose de ciudad (quizás son nómades que viajan en tren jaja).
Nos subimos a nuestro vagón (nro.7) mientras los papás se van al de ellos (nro.5). Hay muchos locales llenos de bolsos así que hay que aplicar empuje. Adentro está el desorden máximo con 20 mil personas por pieza. Llegamos a la nuestra y sólo hay una persona y es turista como nosotros... Un chico de NY que anda viajando en tren desde Hong Kong hasta Londres, avión a NY, y de ahí tren hasta Brasil... De repente llega una Mongola (no es en tono despectivo usar esa palabra porque ella es de aquí), y empujandome mete sus cosas a la pieza: 3 rollos que parecen sacos de dormirás una mochila y una bolsa. No puedo evitar decirle que se calme (porque está como histérica empujando)... y no ha llegado lo peor: tres personas más con mas y más cosas (paquetes de sábanas, cubrecamas, bolsas y más!!!). Empiezan a guardarlo donde sea (nosotros ya pusimos nuestras maletas debajo de la cama y donde pudimos) y Carlos me dice que mejor bajemos para que ordenen (y de paso yo deje de mirarlos con cara de espanto), así que bajamos pero a mí al menos el paseo no me calma porque la situación del vagón y de nuestra habitación "compartida" me carga demasiado. Quizás es parte de este viaje vivir estas cosas pero, en serio, no es agradable.
Abajo vamos a ver a los papás y la habitación en primera clase no es muy diferente que la nuestra. Tienen sólo dos camas (las de abajo) pero el tapiz y vejez del carro es la misma). Nos bajamos todos para buscar el carro comedor pero nos dicen que no hay hasta llegar a Rusia al menos en 7 horas más, así compramos algunas galletas más para entretener el estómago y nos subimos a poner orden al cumpleaños de monos que hay en nuestra pieza.
Cuando llegamos sale un par de personas de la pieza y nos dejan espacio (nuestro espacio) libre para poder arreglar las cosas. Nos cambiamos ropa en un momento en que salen todas las mujeres que estaban y cuando vuelven también se quieren cambiar así que como nuestras compañeras son mujeres Carlos sale para dejarnos a las "chiquillas" cambiamos tranquilas. Me pregunta una de ellas si vamos a Irkutsk y le digo que sí (o sea no me pregunta, me dice algo así como "Irkjrutskj?" y asumo por el tono a qué va la pregunta), y le pregunto si ella también y me dice que sí.
Después de cambiarnos de ropa y dejar todo ordenado y con llave "por si las moscas" nos vamos donde los papás. Comemos galletas y jugamos carioca otra vez. El vagón de ellos está tranquilo pero eso no anula el paseo constante de Mongoles en el pasillo.
El paisaje empieza a cambiar de a poco. Hay más árboles y más cerros que en UlaanBaatar donde eran casi puras planicies nevadas. También empiezan a haber más poblados con casas con cercos alrededor donde mantienen a los animales, aunque aún hay animales sueltos pastando en grupos.
Paramos en algunos poblados y en esas paradas vamos a ver que todo esté bien (antes de parar) y que no vayan a bajar nuestras cosas del tren. Volvemos a andar y entre juego y juego de cartas Carlos va como factor sorpresa a ver que onda en nuestra habitación, pero aparte de encontrar a señoras tendidas o sentadas en NUESTRA cama no pasa nada del otro mundo.
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En nuestra habitación del transmongoliano, tren 005 Ulaanbaatar - Moscú (para nosotros solo hasta Irkutsk) |
Nos acercamos de a poco a la frontera con Rusia mientras cae el atardecer. La ciudad fronteriza de Mongolia, Sükhbaatar, es la primera parada y sabemos que llegaremos pronto porque a los papás les entregan los papeles de inmigración.
Volvemos a nuestro vagón (y menos mal que volvimos), justo cuando empieza el contrabando de mercancías entre los pasajeros para no pagar impuestos. Desaparecen las señoras de nuestra habitación porque se van a hacer sus propias movidas para distribuir sus cosas entre todos sus compatriotas para que no los pillen en la aduana. Revisamos que nuestras maletas no tengan nada sospechoso y desconocido adentro que puedan haber metido en nuestra ausencia, y que los compartimentos donde guardamos nuestras cosas estén limpios. Sacamos de nuestra percha unas chaquetas de la señora del frente quien le exige a Carlos dejar una ahí (para pasar "piola" porque ella tiene como 3 colgadas en su percha, lo cual evidencia que es para comerciar y no de uso personal). Carlos le dice que la va a revisar, y chequea hasta el último bolsillo para ver sí tiene algún sobrecito misterioso pero está limpia así que accede a dejarla ahí colgada (en caso de algo la sra tiene una igual colgada así que si dicen algo se la adjudicamos a ella, porque nuestras parcas están lejos de ser parecidas a su ropa).
Volvemos a nuestro vagón (y menos mal que volvimos), justo cuando empieza el contrabando de mercancías entre los pasajeros para no pagar impuestos. Desaparecen las señoras de nuestra habitación porque se van a hacer sus propias movidas para distribuir sus cosas entre todos sus compatriotas para que no los pillen en la aduana. Revisamos que nuestras maletas no tengan nada sospechoso y desconocido adentro que puedan haber metido en nuestra ausencia, y que los compartimentos donde guardamos nuestras cosas estén limpios. Sacamos de nuestra percha unas chaquetas de la señora del frente quien le exige a Carlos dejar una ahí (para pasar "piola" porque ella tiene como 3 colgadas en su percha, lo cual evidencia que es para comerciar y no de uso personal). Carlos le dice que la va a revisar, y chequea hasta el último bolsillo para ver sí tiene algún sobrecito misterioso pero está limpia así que accede a dejarla ahí colgada (en caso de algo la sra tiene una igual colgada así que si dicen algo se la adjudicamos a ella, porque nuestras parcas están lejos de ser parecidas a su ropa).
Y así pasamos la siguiente hora... para estar menos tensos (pero no menos pendientes de lo que ocurre) venos varios capítulos de series en el computador echados en nuestra cama de abajo mientras salen cubrecamas y chaquetas de nuestra pieza, entran paquetes de calcetines, la señora guarda botas hasta en sus calzones, llena debajo de su cama con paquetes de remedios, comida, etc., y esconde otro cubrecamas entre la ropa de cama de su litera. Afuera otros mongoles levantan una tapa en el suelo del pasillo bajo la alfombra y llenan la cajuela con mas cajas quien sabe de qué cosa... y el tren para y empieza inmigración (más o menos a las 21 hrs.)
Entran varios policías mongoles con trajes grandes abrigados, bototos y gorros peludos. Chequean los de pasaporte (que igual que hace dos días se llevan nuestros pasaportes para timbrarlos afuera y después devolverlos) y los de aduana, quienes primero ven que no haya gente escondida y después revisan las mercancías. Nosotros estamos sentados en la litera de abajo con cara de santos máximos así que con suerte nos miran, pero la señora tiene cara de misteriosa, que trata de hacerse la lesa pero no le sale. Le revisan sus compartimentos bajo la litera y se deshace en explicaciones (porque obvio su papel de aduana dice casi que viaja con lo puesto nomás), y cuando la policía le discute ella nos apunta diciéndole que nos revise a nosotros mejor y no a ella (yo me imagino que en tono flaite)... no nos revisan porque es obvio que no somos nosotros los truchos del tren, y a ella no le dicen nada más. Nos devuelven los pasaportes y seguimos.
Después de un corto trayecto llegamos a la ciudad fronteriza de Rusia, Naushki. Los mongoles movieron más cosas aún y ahora nuestra compañera está acostada durmiendo o haciéndose la dormida. Ya son las 00:30 más o menos y tenemos harto sueño pero hay que pasar esta revisión antes de dormir. Primero aparece un policía (Ruso, obvio). Increíble como cambia inmediatamente la fisionomía de las personas en tan poca distancia... es bastante joven, caucásico, muy blanco y de ojos azul intenso. Nos pide los pasaportes y nos hace varias preguntas de nuestro viaje: tiempos, estadías, nuestro parentesco, etc. (conversando al otro día con los papás sabríamos que nuestra teoría de que estaba practicando inglés con nosotros estaba cercana a la verdad, porque a ellos le preguntaron lo mismo, quizás el mismo tipo). Después llega el que revisa los pasaportes que los timbra en el mismo vagón (teníamos que estar sentados en la cama de abajo todo el tiempo en este proceso). Con suerte nos saluda y de sonrisas ni hablar. El último es el de aduana que revisa habitación por habitación mientras un perro huele ida y vuelta varias veces el pasillo. En nuestro caso, entra, mira solamente los equipajes nuestros y luego interroga y le pide a la señora que muestre sus cosas. Le revisa las chaquetas y por suerte de ella justo no toquetea la chaqueta que rellenó con calcetines en las mangas. La señora toda estresada muestra cosas y justifica como puede el hecho de tener tantos ziplocs y remedios (jajaja), pero el policía se ríe, le tira un par de tallas (eso parece) y la deja tranquila.
Para la última revisión yo ya no aguanto el sueño pero pasan rápido y nosotros dos al menos nos vamos a dormir (ya son más de las 2 am). ¿Ustedes creen que nuestra amiga aguantó que apagáramos la luz? Nooooo!... La apagamos cuando ella salió de la habitación pero en medio segundo vuelve y la prende de inmediato mientras empieza con el intercambio de cosas, además de ordenar su desorden, moviendo sus cubrecamas y armando todo su panizo, y obvio le importó un huevo que nosotros quisiéramos dormir porque nunca tuvo la mínima intención de ser aunque sea un poco silencionsa. Estamos tan cansados que dormimos igual mientras el tren empieza a andar de nuevo y todos los mongoles tienen tremenda fiesta de intercambio de cosas mientras se ríen felices porque pasaron relativamente "piola" los controles.
Estación de paso |
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